Si alguien -con la mejor intención del mundo- nos dice antes de un evento importante la frase: «No hagas el ridículo», nos está haciendo una sugerencia que tendrá, para nuestro cerebro, exactamente el efecto contrario al deseado. Formular la frase con el resultado que verdaderamente se persigue (por ejemplo: «lo harás muy bien»), sería mucho más útil. Acabas de leer un caso de transformación de lenguaje negativo en positivo, y es una técnica propuesta por la programación neurolingüística o PNL.