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Has intentado ser amable, hacer favores y te consideras una persona simpática y agradable, sin embargo, no haces más que perder amigos. ¿Qué está fallando?

 

Excesiva crítica hacia los demás

 

La mayoría de nosotros nos hemos acostumbrado a oír críticas desde que somos niños: en nuestra familia, en el trabajo, en nuestro grupo… hasta el punto que ya lo vemos perfectamente normal. Pero la realidad es que la crítica siempre duele, es un daño acumulativo que combatimos ocultando nuestros sentimientos y deseos para protegernos. Pero cuidado, porque la construcción de ese muro para protegernos de la crítica también es una barrera para conectar con los demás y construir relaciones más profundas.

Muchos de nosotros también nos hemos acostumbrado a criticar. Pero si nos volvemos más conscientes de cuándo estamos siendo críticos con los demás, descubriremos que lo que ahí subyace son necesidades y deseos no satisfechos. Así, cada vez que atacamos a nuestra pareja, amigo o compañero de trabajo con un comentario hiriente, lo que en realidad estamos haciendo es revelar nuestra soledad y vulnerabilidad. Sin embargo, cuando reemplazamos las críticas con una respuesta amable y menos defensiva, es más probable que atraigamos más a las personas.

Recuerda que criticar a los demás puede ser una extensión de cómo te juzgas a ti mismo. En consecuencia, ser más amable contigo mismo te hará una persona más querida.

 

Culpar siempre a los demás

 

Cuando nos convertimos en objeto de crítica, es posible que volvamos a ese niño herido que no puede hacer nada bien. Es una emoción tan profundamente dolorosa que cuando surge, buscamos desesperadamente la forma de distanciarnos de ella culpando a los demás de todos nuestros males.

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Nuestro impulso natural es evitar esta culpa por no conseguir los resultados esperados, y muchas veces lo hacemos proyectándola hacia la persona que tenemos más cerca, culpándola injustamente y haciéndoles sentir el dolor que nosotros no queremos sentir. Esta transferencia de vergüenza o culpa es un reflejo de cuán dolorosa es y también la demostración de que haremos casi cualquier cosa para evitarla. Esta aversión a la vergüenza puede contribuir a nuestro aislamiento.

 

Exceso de perfeccionismo

 

El perfeccionismo es a menudo impulsado por la vergüenza, la culpa y el miedo. Nos mueve la idea de que si podemos ser perfectos en todo lo que decimos y hacemos, entonces nadie podrá atacarnos con críticas. Pero el verdadero problema con el perfeccionismo es que es, asumámoslo, inalcanzable, y nos desvía de la disponibilidad emocional necesaria para sentirnos conectados de verdad con los demás.

Este afán de perfeccionismo excesivo nos impide asumir riesgos para implicarnos emocionalmente con los demás y mostrar nuestro auténtico ser. Ocultamos nuestros verdaderos sentimientos, nuestras debilidades y nuestras necesidades, temerosos de que si los exponemos seríamos rechazados o humillados. Nuestra intención es protegernos del dolor; sin embargo, mantenernos ocultos aumenta nuestro aislamiento. Las personas de nuestro alrededor terminan alejándose de nosotros.

Cuanta más fuerza interior tengamos, más nos daremos cuenta de tener defectos es lo más natural del mundo. Cierto es que carecemos de control sobre cómo nos perciben los demás, pero sí tenemos control sobre cómo nos vemos a nosotros mismos. Cuanto más nos respetemos y queramos a nosotros mismos -a pesar de nuestras naturales deficiencias- más podremos mostrarnos a las personas de una manera natural y directa. Como resultado, hay más potencial para la conexión real, la amistad y la intimidad en nuestras vidas.

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Fracasar en aceptar nuestras imperfecciones puede impedirnos participar en conversaciones auténticas porque tememos fracasar o empeorar las cosas. Y en esos casos es más seguro huir al móvil o a la televisión cuando, por ejemplo, nuestra pareja quiere hablar de la relación.

Tomar conciencia de que no tenemos que ser siempre perfectos nos facilitará hablar más abiertamente con nuestra pareja o amigos. Escuchar con un corazón sincero puede ayudarnos a sentirnos menos aislados. Pueden surgir conexiones más profundas al ofrecer el don de la escucha no defensiva.

 

La soledad que puedes sentir es un mal endémico en nuestra sociedad, pero si aceptas el riesgo de involucrarte con las personas, ya sea a través de tu sonrisa, tu sentido del humor, una palabra amable o tu capacidad de escucha, darás un paso de gigante hacia la curación de tu soledad. Las personas se acercarán más a ti y al mismo tiempo les ofrecerás un valioso regalo: ayudarles a sentirse menos solos.

 

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Originally posted 2018-06-24 20:00:14.

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Por Juanjo Ramos

Juanjo Ramos es psicólogo y escritor. Ha publicado numerosos libros y audiolibros especializados en psicología y marketing digital. También es el autor de los libros 'Minimalismo: una vida más feliz con menos cosas', 'Superando el apego evitativo', 'Ejercicios de psicología positiva' y 'Mindfulness: aprende a disfrutar del aquí y el ahora', entre muchos otros. https://books2read.com/ap/xKpeOp/Juanjo-Ramos