Sáb. Abr 27th, 2024
El dinero puede dar la felicidad
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Es una de las preguntas que todos nos hemos hecno alguna vez: ¿El dinero da la felicidad?

 

Suele decirse que el dinero mueve el mundo, y muchas personas pasan la vida tratando de ganar todo el dinero que pueden. ¿Pero qué papel juega realmente el dinero con la felicidad personal? Aunque tener suficiente dinero para vivir cómodamente sin duda contribuye a la felicidad hasta cierto punto, los estudios demuestran que por encima de este umbral, más dinero no significa más felicidad. Parecería que más allá de dicho  punto, no puedes comprar la felicidad para ti mismo. Sin embargo, podría ser posible comprar la felicidad cuando gastas el dinero en otros.

 

 

 

El dinero sí da la felicidad… si lo gastas en los demás

 

Por supuesto, vamos a ir más allá del mero lema de autoayuda barata para basarnos en la investigación. Mientras que los trabajos de Dunn et al. (2008)  sugieren que muchas personas piensan que gastar dinero en sí mismos les hará más felices que gastarlo en otras personas, varios estudios han demostrado que esto no es realmente cierto. Contrariamente a los instintos de muchas personas, el gasto prosocial resulta en más felicidad que gastar dinero en ti mismo.

 

En una serie de experimentos realizados por Elizabeth Dunn y sus colegas en 2008, se les preguntó a los empleados sobre sus niveles generales de felicidad antes y después de recibir su paga extra anual . Independientemente de la cuantía de dicha paga, los empleados que gastaron más dinero en otras personas o en obras de caridad informaron de una mayor felicidad general que aquellos que gastaron más en ellos mismos.

 

En otro experimento, descubrieron que aquellos participantes a los que se les dijo que gastaran una pequeña cantidad de dinero en otros ($ 5 o $ 20) reportaron mayores sentimientos de felicidad que aquellos que fueron instruidos a gastar las mismas cantidades en sí mismos. Una vez más, la cantidad era lo de menos. Esto sugiere que incluso cuando la elección no es nuestra y la cantidad pequeña, todavía sentimos la felicidad que emana de dar a los demás.

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Hemos de tener en cuenta, no obstante, que la investigación descrita se llevó a cabo en América del Norte. La pregunta pertinente era: ¿Persistirían estos hallazgos en diversos contextos culturales? Esta pregunta fue sometida a prueba empíricamente por Lara Aknin y colegas (2010). Descubrieron que los seres humanos de cualquier parte del mundo obtienen beneficios emocionales al utilizar sus recursos financieros para ayudar a otros. Analizaron datos de 136 países y encontraron que el gasto prosocial estaba asociado de manera consistente con una mayor felicidad.

 

Si los gastos prosociales nos hacen sentir bien, ¿por qué tantas personas tienden a pensar que los gastos personales nos harán más felices? Esto es debido al efecto insidioso que el dinero tiene sobre la mente. Los estudios han demostrado que el simple recordatorio del dinero tiene todo tipo de efectos negativos (Vohs et al., 2006). Recordar el dinero hace que las personas tengan menos probabilidades de ayudar a otros, donar a organizaciones benéficas o pasar tiempo con los demás. Además, un simple recordatorio de dinero hace que las personas tengan tres veces más probabilidades de querer trabajar solas, incluso si estamos asumiendo más carga de trabajo.

 

Ayudar y conectarse con los demás son precisamente los comportamientos que probablemente nos hagan felices, pero el solo hecho de recordarnos el dinero nos hace menos propensos a participar en ellos. Los humanos tienen fuertes instintos de autoconservación. Los recordatorios de nuestras responsabilidades personales de mantener suficiente riqueza para mantenernos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos pueden hacer que nos olvidemos de lo bien que nos sentimos cuando hacemos algo por alguien que lo necesita más que nosotros.

 

Pero aunque el dinero puede ser la raíz de todo mal, no es malo en sí mismo; Bajo las circunstancias adecuadas, puede motivarnos a trabajar por algo tangible para quienes lo necesitan. Pero el recordatorio constante de la necesidad de dinero en el mundo moderno tiene claramente algunos efectos psicológicos negativos. Afortunadamente, como hemos visto la generosidad puede ser un antídoto muy eficaz.

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¿Por qué gastar nuestro dinero en otros nos hace más felices?

 

Es en parte porque dar a los demás nos hace sentir bien con nosotros mismos. Al igual que mostrar gratitud, dar ayuda a promover una autoimagen responsable y generosa, lo que a su vez nos hace sentir felices. También es en parte porque gastar dinero en otros ayuda a consolidar nuestras relaciones sociales, y las personas con fuertes lazos sociales son generalmente más felices que las personas que no tienen relaciones sólidas.

 

Gastar dinero en otros también constituye una forma de «compra de experiencias», incluso si lo que compraste es material, porque lo que realmente has comprado para ti mismo es la experiencia de ayudar o sorprender gratamente a otra persona. En 2009, Nicolao, Irwin y Goodman descubrieron que las personas aumentaban sus respuestas emocionales a las compras experienciales en lugar de las materiales. Esto significa que pagar por unas excelentes vacaciones hizo que las personas se sintieran mejor que comprando un objeto que realmente les gustó al mismo precio. Desde su perspectiva, el gasto prosocial es como comprar la experiencia de la felicidad y gratitud de otra persona.

 

Los seres humanos somos criaturas sociales que dependemos de la capacidad de fomentar el trabajo en equipo con otros para sobrevivir. Con este fin, el cerebro humano tiene un sistema de recompensa incorporado que gestiona cómo interactúamos con los demás: el neurotransmisor oxitocina. Esta hormona tiene un efecto muy complejo en las interacciones sociales y el potencial de aumentar las asociaciones tanto positivas como negativas. Con respecto a la felicidad que produce el gasto prosocial, la oxitocina podría tener algo que ver con la intensidad del sentimiento. Cuando gastamos dinero en otros, generalmente es en amigos y familiares con quienes nos esforzamos constantemente para mantener buenas relaciones. Cuando gastamos dinero para ayudar a nuestros amigos y hacer que nuestra familia sonría, nuestro cerebro nos recompensa por fortalecer nuestros lazos sociales.

 

Pero realmente la oxitocina realmente no parece explicar por completo por qué uno se siente bien al dar; de hecho, podría explicar la reticencia de algunas personas a gastar dinero en personas que no forman parte de su grupo social. La felicidad que aporta la caridad puede tener algo que ver con una perspectiva más amplia de lo que constituye dentro y fuera de los grupos. Es posible que las personas se sientan bien cuando dan a la caridad porque han llegado a ver a los beneficiarios como parte de su familia simbólica.

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Ampliar nuestro sentido de cómo nos relacionamos con los demás habitantes de nuestro mundo nos ayuda a contextualizarnos, a darnos cuenta que somos afortunados en nuestras vidas y de cómo podemos ayudar a otros que no han experimentado la misma fortuna. En este sentido, dar a la caridad y organizaciones benéficas parece expandir nuestras definiciones neurológicas de «en grupo» para abarcar a aquellos por quienes tenemos empatía. La forma en que nos relacionamos con el mundo que nos rodea define quiénes somos para todos los demás, y cómo nos percibimos a nosotros mismos.

 

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Originally posted 2018-11-15 15:56:03.

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Por Juanjo Ramos

Juanjo Ramos es psicólogo y escritor. Ha publicado numerosos libros y audiolibros especializados en psicología y marketing digital. También es el autor de los libros 'Minimalismo: una vida más feliz con menos cosas', 'Superando el apego evitativo', 'Ejercicios de psicología positiva' y 'Mindfulness: aprende a disfrutar del aquí y el ahora', entre muchos otros. https://books2read.com/ap/xKpeOp/Juanjo-Ramos